Arachné
Por
Marcel Schwob
Antología del Decadentismo
Caja Negra Editora, 2007
versión: Claudio Iglesias
Her
waggon-spokes made of long spinners'legs;
The cover, of the wings of grasshoppers;
Her traces of the smallest spider's web;
Her collars of the moonshine's watery beams...
SHAKESPEARE, Romeo and Juliet (1)
Ustedes
me llaman loco y me han encerrado aquí, pero yo me río
de sus precauciones y de sus terrores, ya que seré libre cuando
yo quiera; huiré lejos de los guardias y de las rejas andando
el hilo de seda que me lanzó Arachné (2).
Pero
aun no llegó la hora -falta poco, sin embargo; mi corazón
va apagándose lentamente, mi sangre palidece. Ustedes, que ahora
me creen loco, pronto me creerán muerto, y yo estaré colgando
del hilo de Arachné, columpiándome más allá
de las estrellas.
Si estuviera loco, no tendría una conciencia
tan clara de lo que ha ocurrido; no recordaría con tanta nitidez
lo que ustedes llaman mi crimen, ni los alegatos de sus fiscales, ni
la sentencia de su juez cobrizo. No me reiría de los informes
de sus médicos ni vería a través del techo de mi
celda el rostro lampiño, el saco negro y la corbata blanca del
idiota que me declaró inimputable. No... no lo vería,
pues los locos no tienen ideas precisas; en cambio, yo sigo mis razonamientos
con una lógica tan rigurosa y una claridad tan extraordinaria
que me sorprendo a mí mismo. Y los locos sienten dolor en la
parte superior del cráneo. Los desgraciados creen que columnas
de humo les brotan remolineando del occipucio, mientras mi cerebro es
tan ligero que a veces me parece tener la cabeza vacía. Las novelas
que he leído, y que solían provocarme placer, las abarco
ahora de un golpe de vista y las juzgo en su exacto valor, descubriendo
cada defecto de composición, mientras la simetría de mis
invenciones es tan perfecta que ustedes caerían desmayados si
yo se las expusiera.
Pero los desprecio a ustedes infinitamente; no sabrían
comprenderme. Sólo les dejo estas líneas como último
testimonio de la inmensa sorna que me inspiran y para que vean su propia
locura cuando encuentren mi celda vacía.
Ariane, la pálida Ariane junto a quien he sido
encontrado, era bordadora. He ahí la causa de su muerte. He ahí,
también, la causa de mi salud. Yo la amaba con una pasión
intensa. Era morocha de piel y ágil con los dedos. Sus besos
eran puntazos de aguja; sus caricias, bordados palpitantes. Pero las
bordadoras llevan una vida tan liviana y tienen caprichos tan inconstantes
que quise que abandonara su oficio. Ella se resistió, y yo me
exasperé al ver a los jóvenes engominados y melindrosos
que la acechaban a la salida del taller. Mi furia era tal que me forcé
a sumergirme de nuevo en los estudios que me habían hecho feliz.
Me obligué a examinar el vol. XIII de las Asiatic
Researches, publicado en Calcuta en 1820. Maquinalmente comencé
a leer un artículo sobre los Phansigar, el cual me llevó,
a su vez, a los Thugs (3).
El
capitán Sleeman ha escrito profusamente sobre los Thugs. Pero
fue el coronel Meadows Taylor quien develó el secreto de su modo
de asociación (4).
Estaban unidos entre sí por lazos misteriosos y servían
como domésticos en casas de campo. Al caer la tarde, narcotizaban
a los patrones con una decocción de cáñamo. De
noche, trepando a lo alto de los muros, deslizándose a través
de las ventanas abiertas a la luna, estrangulaban silenciosamente a
los dueños de casa. Las cuerdas que usaban también eran
de cáñamo, con un gran nudo practicado a la altura de
la nuca para matar más rápido.
Así, mediante el cáñamo, los
Thugs anudaban el sueño a la muerte. La planta que da el haschich,
con el cual los ricos los embrutecían -como con el alcohol y
el opio-, era el medio de su venganza. Entonces se me ocurrió
inmediatamente que, castigando a mi bordadora Ariane con la seda, la
ataría a mí en la muerte, por toda la eternidad. Y esta
idea, incuestionablemente lógica, se convirtió en el objeto
resplandeciente de todos mis pensamientos. No pude resistirme. Cuando
ella apoyó su cabeza sobre mi cuello para dormirse, le pasé
alrededor de la garganta, con mucho sigilo, una cuerda de seda que había
tomado de su costurero. Y, estrechándola lentamente, bebí
su último aliento en su último beso.
Así nos han encontrado, boca contra boca. Y
han creído que yo estaba loco y que ella estaba muerta. Pero
ignoran que ella está siempre conmigo, eternamente fiel, pues
ella es la ninfa Arachné. Día tras día, aquí,
en mi celda blanca, ella se me aparece en la forma de la araña
que teje su tela arriba de mi lecho, pequeña, morocha y ágil
con las patas.
La primera noche, bajó hasta mí a lo
largo de un hilo; suspendida sobre mis ojos, bordó alrededor
de mis pupilas un encaje sedoso y oscuro con reflejos tornasolados y
flores luminosas de color púrpura. Y en seguida sentí
junto a mí el cuerpo nervioso y rollizo de Ariane. Me besó
el pecho, a la altura del corazón, y grité de dolor. Nos
abrazamos largo rato, sin decirnos nada.
La segunda noche, extendió sobre mí
un velo fosforescente salpicado de estrellas verdes y círculos
amarillos, recorrido por puntos brillantes que se disparaban y jugaban
entre sí, que aumentaban y disminuían de tamaño
y titilaban en lo lejano. Y, arrodillada sobre mi pecho, me tapó
la boca con la mano; en un largo beso al corazón me mordió
la carne y succionó mi sangre, hasta llevarme al vacío
del anonadamiento.
La tercera noche me vendó los párpados con una gasa de
seda mahrata en la que bailaban arañas multicolores de ojos centelleantes.
Me cerró la garganta con un hilo infinito. Violentamente llevó
mi corazón a sus labios, atravesando la herida. Entonces se deslizó
por mis brazos, hasta llegar a mi oreja y murmurarme: "soy la ninfa
Arachné".
Claro que no estoy loco. He comprendido que mi bordadora Ariane era
una diosa mortal, y que fui elegido por el destino para salvarla del
laberinto de la humanidad por medio de su hilo de seda. Y ella me agradece
que la haya liberado de su crisálida humana. Con mucho cuidado
envolvió mi corazón, mi pobre corazón, en su hilo
viscoso, anudándolo con mil nudos. Todas las noches estrecha
las costuras entre las cuales ese corazón humano se reseca como
el cadáver de una mosca. Eternamente unido a Ariane quedé
al estrangularla con su hilo de seda. Y ahora Araché me enlazó
a ella para toda la eternidad al atarme el corazón.
Por ese puente misterioso visito a medianoche el Reino
de las Arañas, cuya reina es Arachné. Me es necesario
atravesar ese infierno para poder columpiarme, luego, bajo la luz de
las estrellas.
Las Arañas de los Bosques andan allí
con ampollas luminosas en las patas. Las Migalas tienen ocho terribles
ojos brillantes; con sus pelos hirsutos se me vienen encima en los recodos
de los caminos. A lo ancho de los pantanos en los que tiemblan las Arañas
del Agua, sobre sus inmensas patas de Segadora, soy arrastrado a los
valses vertiginosos que bailan las Tarántulas. Las Epeiras me
acechan desde el centro de sus círculos grises atravesados de
rayos, y fijan en mí las innumerables facetas de sus ojos, fascinándome
como un juego de espejos para cazar alondras. Al recorrer los bosquecillos,
telarañas pringosas me hacen cosquillas a lo largo del cuerpo;
monstruos peludos de patas rápidas me esperan, agazapados en
la espesura.
La reina Mab es menos poderosa que mi reina Arachné,
que puede hacerme rodar en su carro maravilloso que avanza a lo largo
de un hilo. Su tórax está hecho del duro caparazón
de una gigantesca Migala adornada de cabujones de mil facetas entallados
en sus ojos de diamante negro. Sus ejes son las patas articuladas de
una Segadora gigante. Sus alas transparentes, atravesadas por nervaduras
rosáceas, la elevan golpeando el aire con su rítmico batir.
Nos columpiamos durante horas; luego me desvanezco, agotado por la herida
de mi pecho en la que Arachné hurga sin cesar con sus labios
puntiagudos. En mi pesadilla veo, inclinados sobre mí, vientres
cargados de ojos innumerables y huyo de patas rugosas llenas de hilo
muy fino.
Ahora siento con claridad las dos rodillas de Arachné
que se deslizan sobre mi pecho y escucho el gorgor de mi sangre que
asciende hasta su boca. Pronto mi corazón será un residuo;
así quedará encerrado en su prisión de hilos blancos,
y yo huiré, a través del Reino de las Arañas, hacia
el entramado deslumbrante de las estrellas. Por la cuerda de seda que
me tendió Arachné escaparé con ella, dejándoles
a ustedes, pobres locos, un cadáver descolorido con un mechón
de cabellos rubios que el viento de la mañana hará estremecer.
"Arachné", publicado originalmente en Cœur double
(1891).
_________________
Notas:
1.- "Los rayos
de las ruedas de su carroza están hechos de largas patas de araña;
la cubierta, de alas de saltamontes; las riendas, de finísima
tela de araña; los arneses, de húmedos rayos de luna".
En este pasaje del texto shakespeareano (I, IV) Mercucio describe el
carro de la reina Mab, que viaja en él por las noches llevando
los sueños a los durmientes [N. del T.].
2.- En la mitología clásica, Arachné es
una joven libia que desafía a Atenea en el arte del bordado de
tapices, en el que ambas son expertas. La diosa, enfurecida al ver la
maestría de su rival, hace pedazos su trabajo. Arachné
entonces se cuelga y Atenea la convierte en araña [N. del T.].
3.- Phansigar, Thuggee y Thagi son otros tantos nombres para
la sociedad criminal de los Thugs, destinada al culto de Cali, diosa
brahmánica de la destrucción y el anonadamiento [N. del
T].
4.- Se refiere al libro Confessions of a Thug de Phillip Meadows
Taylor (1839). Aunque pueda parecer erudita, esta mención a la
literatura crítica sobre los Thugs refleja el expandido interés
que las sectas criminales de la India despertaron en Europa en el siglo
XIX. El libro de Meadows Taylor, de hecho, fue un éxito de ventas
[N. del T.].
|